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España en las cumbres iberoamericanas

El final del régimen franquista supuso también una reorientación de la política exterior española. Además de la europeización y el ingreso en la OTAN, también se planteó una mejora de las relaciones con América Latina, que se manifestó en las cumbres iberoamericanas a partir de 1991.

"En suma, durante La Colonia se vulneraron derechos individuales y colectivos que, con una mirada contemporánea, deben asumirse como atentados a los principios que rigen a ambas naciones." Con motivo del 500º aniversario de la conquista de la capital azteca, Tenochtitlán (actual Ciudad de México), por un ejército español, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, exigió disculpas a la Casa Real española en una carta abierta de 2019. Tradicionalmente, las relaciones de la madre patria con sus antiguas colonias latinoamericanas han sido ambivalentes. No obstante, la España postransición buscó el acercamiento tras el fin de las dictaduras latinoamericanas a finales de los años ochenta. Felipe González ya había viajado al Chile dictatorial en 1977 como líder de la oposición e hizo campaña por la liberación del abogado socialista Erich Schnake. Como presidente del gobierno español González, junto con el presidente mexicano Salinas de Gortari, inició las cumbres iberoamericanas que se celebraron anualmente a partir de 1991 y a las cuales asistieron los jefes de estado y de gobierno de España, Portugal y los 19 países de América Latina.

Dentro de este foro, España asumió una función de modelo en términos de democratización y desarrollo económico. El presidente cubano Fidel Castro fue una contraimagen y un enemigo cultivado sobre todo en la prensa española. Con su autocracia autoritaria de más de treinta años y el atraso económico de su país, Castro encarnaba todo lo que España creía haber superado. Al mismo tiempo, era posible recurrir a viejas concepciones anticomunistas de la época de Franco y reafirmarse en la propia ventaja civilizatoria. Tras la cumbre de Viña del Mar en 1996, El País anunciaba con orgullo que Castro había firmado una declaración comprometiéndose al pluralismo y a la democracia y que, por tanto, había hecho concesiones. Por otro lado, se escuchó con horror que el caudillo cubano se había negado a apoyar una condena conjunta de ETA en la cumbre de Panamá de 2000. De este modo, la correlación de fuerzas entre España y Cuba podía servir para calibrar el grado de democratización de América Latina y, al mismo tiempo, para poner de relieve el papel de maestra de la madre patria ibérica.

La vulnerabilidad argumentativa de España dentro del foro internacional quedó patente en la cumbre de Oporto de 1998. En ésta el presidente del gobierno español, José María Aznar, y los presidentes de Argentina y Chile, Carlos Menem y Eduardo Frei Ruiz-Tagle, firmaron un comunicado en el que se subrayaba la primacía de la jurisdicción nacional sobre el derecho internacional y se condenaba explícitamente la actuación del juez de instrucción español Baltasar Garzón en la detención del ex dictador chileno Augusto Pinochet en Londres. Los lazos occidentales de España en la alianza de defensa del Atlántico Norte también fueron en ocasiones contrarios a los intereses latinoamericanos. Sintomático de ello fue el ingreso de España en la OTAN en 1982, que tuvo lugar en el mismo momento en que el nuevo aliado, Gran Bretaña, estaba en guerra con Argentina por las Islas Malvinas. Especialmente el cambio de paradigma del laissez-faire de Felipe González a la política leal a Washington de José María Aznar a partir de 1996 provocó desacuerdos duraderos. La decreciente participación de los jefes de estado latinoamericanos en las cumbres iberoamericanas a partir de la década de 2000 es, por tanto, sintomática del deterioro de las relaciones iberoamericanas.

Portugals Kooperation mit den ehemaligen Kolonien

Zwei Jahrzehnte sollte es dauern, bis auf den Ruinen verheerender Kolonialkriege ein Forum der Kooperation zwischen Portugal, Brasilien und den ehemaligen afrikanischen Kolonien entstehen konnte.

Am 17. Juli 1996 wurde die Gemeinschaft der portugiesischsprachigen Ländern (CPLP) ins Leben gerufen. Sie setzt sich aus den Gründungsmitgliedern Angola, Brasilien, Kap Verde, Guinea-Bissau, Mosambik, Portugal, São Tomé und Príncipe und den Nachzüglern Osttimor (seit 2002) und Äquatorialguinea (seit 2014) zusammen. Die CPLP ist das bedeutendste multilaterale Forum der lusophonen Welt, welches die Programmatik der Zusammenarbeit auf den alle zwei Jahre stattfindenden Gipfeltreffen berät und ausbaut. Seit dem siebten Gipfeltreffen am 25. Juli 2008, das unter dem Titel „Die portugiesische Sprache: ein gemeinsames Erbe, eine gemeinsame Zukunft“ firmierte, ist auch eine zunehmende Annäherung in der kulturellen Zusammenarbeit der Partner festzustellen. Ausdruck hierfür ist bspw. der im Nachgang des am 5. Mai 2009 eingeführte „Tag der portugiesischen Sprache und der Kultur innerhalb der CPLP“, der von der UNESCO im November 2019 zum „Internationalen Welttag der portugiesischen Sprache“ erhoben wurde.

Einen großen Beitrag für das normative Rahmenwerk der CPLP war der im Mai 2013 beschlossene Schritt, die Charta der Vereinten Nationen und die Allgemeine Erklärung der Menschenrechte als Grundlage für die gemeinsame Zusammenarbeit in der Gemeinschaft zu bestimmen. Neben der politischen und wirtschaftlichen Kooperation rückt die CPLP somit nun auch als Wertegemeinschaft zusammen. Durch ihre postkoloniale Konstellation ist die Wertegemeinschaft durch eine problematische geteilte Geschichte belastet. Dient der neue transnationale Rahmen, um die Vergangenheit gemeinsam neu zu befragen, oder wird der Mantel des Schweigens über die konfliktiven Erinnerungen ausgebreitet?

„Das Gedächtnis ist eines der grundlegendsten Elemente bei der Konstruktion von Identitäten, von der lokalsten bis zur transnationalsten. Die […] CPLP, eine Institution, deren Gründung auf die gemeinsame Geschichte der ihr angehörenden Länder zurückgeht, kann der Frage der Erinnerung und ihrer Bewahrung nicht gleichgültig gegenüberstehen“. Diese Forderung nach einer transnationalen Erinnerungskultur der lusophonen Länder stellten Cátia Miriam Costa und Olivia Pestana 2018 im Rahmen einer Tagung zur Zusammenarbeit der Archive und Nationalbibliotheken innerhalb der CPLP. Dass das historische Gedächtnis der CPLP-Mitgliedsstaaten eine grundlegende Achse der Zusammenarbeit werden soll, wurde bereits 2017 auf dem zehnten Treffen der Kulturminister der CPLP beschlossen. Sowohl positive als auch negative Aspekte der geteilten Erinnerung sollen Beachtung finden. Wichtige Elemente für die Aufarbeitung der negativen Aspekte sind sicherlich die geteilten Diktaturerfahrungen und die portugiesischen Kolonialkriege.